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Apicius, o la generosidad de compartir conocimiento y experiencias gastronómicas

Lunes, el conserje de mi edificio me bloquea el paso al ascensor y me entrega un sobre que remite ‘Mencía Gastronomía‘. Hay palabras cuya sonoridad me encandilan. Y Mencía fue una de ellas desde la primera vez que la escuché hace unos cuantos años, y descubrí que es nombre propio femenino y nombre de uva.  Y así, sin abrir el envío, todo destilaba que el contenido me iba a gustar; pero la semana se presentaba falta de horas y decidí dejarlo en la estantería hasta encontrar el momento adecuado. El miércoles después de comer no pude resistirme más y abrí el sobre. De él salió -saqué- una revista de tapa dura, con una foto que ya había visto en internet. Un ejemplar sin tacha -soy de las que no compra un libro o revista si tiene algún pequeño defecto en las esquinas; así soy de rarita, sí- con portada y papel de un gramaje que ni en los mejores tiempos de la prensa de revistas españolas se utilizaba en los números de lanzamiento… Y lo abrí con una mezcla de respeto y emoción, pasando cada página oliendo los restos de tinta, y disfrutando de su diseño, impresión, fotos, titulares, entradillas … Hacia la mitad de la revista, mi ojo entrenado para encontrar erratas ya se había dado por vencido. RIZZO Y REDONDO. Entonces llegué a la página 36 y vi a Helena Rizzo y a Daniel Redondo, y quise saltar al interior de ese momento inmortalizado; o que al menos la foto tomara vida y pudiera ver lo que sucedía después dentro del restaurante.

Imagen Y pasé la página. Y vi esta foto. Y se me puso la carne de gallina. Y pensé «nadie ha representado mejor el amor». Tras llegar al final de la revista, volví a la 36, y leí la historia de esta pareja que se conoció en El Celler de Can Roca. Luego hice una segunda pasada, revisé las fotos, y le puse un ‘favorito’ mental a la de la página 85, y a la de la 92-93, y a la de la 199; la de la 56… Y luego vi a Javi Antoja subido en un tractor junto a Marcos Morán y lo entendí todo: lo que tenía en mis manos es el ‘capricho’ hecho realidad de un tipo que escribe de lo que le gusta, sí, pero sobre todo de lo que vive, escucha, y disfruta. Alguien con ansias de saber, de compartir momentos únicos, domésticos, diarios, con los que escriben la gastronomía de este tiempo; y con la generosidad suficiente de compartirlos luego con los lectores. Entonces tuve claro porque Apicius es un ‘cuaderno de alta gastronomía’, y no una revista. Y un fugaz pensamiento se me pasó por la cabeza: quiero vivir en Apicius, o al menos, ser becaria en Montagud… 🙂